Cooperar para sobrevivir: alternativas ante la crisis civilizatoria
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Cooperar para sobrevivir: alternativas ante la crisis civilizatoria
Frente a la acidificación de los océanos, el avance del cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la creciente desigualdad global, Diego Orozco, investigador de la Ibero Ciudad de México, plantea una alternativa: transitar del modelo económico competitivo hacia uno basado en la cooperación.
Diana Alonso
Estamos a 89 segundos del fin del mundo. Es lo que marca el Reloj del Apocalipsis, una instalación simbólica creada en 1947 por el Bulletin of the atomic scientists. Con cada movimiento, este reloj simboliza las diversas crisis globales. Cuando las manecillas marquen las 12 horas, la humanidad habrá alcanzado su autodestrucción. Este año se adelantó un segundo. La decisión fue motivada por la guerra en Ucrania, el conflicto en Medio Oriente, el aumento de arsenales nucleares, el avance sin regulación de la inteligencia artificial (IA) y la intensificación de la crisis climática.
A pesar de la gravedad de estos conflictos que sacuden el contexto actual, no hay que olvidar que no son la única razón por la que las manecillas avanzaron hasta ese punto, el más cercano a la medianoche en su historia. La desigualdad extrema, la pérdida de biodiversidad, la violencia estructural, y la destrucción de los territorios por prácticas extractivistas, son sólo algunas de las problemáticas que guían a la humanidad hacia un escenario cada vez más frágil y peligroso.
A este conjunto de problemas se le denomina crisis civilizatoria, la cual ha sido empujada durante décadas por un “modelo económico basado en la competencia, que tiene la finalidad de generar y de acumular riqueza sin importar cómo se logre esto”, explicó Diego Orozco Fernández, investigador del Centro Internacional de Investigación de la Economía Social y Solidaria en México (CIIESS) de la Ibero Ciudad de México, durante la conferencia “Cooperar en la era de la competencia: alternativas para salir de la crisis civilizatoria”, en el marco de las Jornadas de Economía Social y Solidaria 2025, en el ITESO.
Propuso que, a través de un modelo cooperativista, se puede encontrar una manera de generar riqueza y distribuirla sin comprometer nuestro futuro. “Estoy hablando de poder vender estos productos y servicios de una manera que no ponga en riesgo nuestra estabilidad y supervivencia, o mejor aún, que sea una manera de mejorar la relación entre nosotros mismos y la relación con los ecosistemas”, explicó.

Las cooperativas son empresas que operan bajo principios de ayuda mutua, responsabilidad, democracia, igualdad, equidad y solidaridad. Se conforman por personas que se asocian voluntariamente para beneficiarse de su trabajo en conjunto. Comparten la propiedad y el manejo de la organización. Sus principios se traducen en prácticas democráticas (un voto por socio), la participación económica equitativa, la cooperación con otras cooperativas y el compromiso con la comunidad.
“Las cooperativas no son algo menor. Según reportes, hay más de 280 millones de personas que trabajan en una cooperativa y más de mil 200 millones de personas que son socios o socias. Esto es cerca de 15 por ciento de la población mundial”, apuntó.
De acuerdo con Orozco, las dificultades para implementar estos modelos en contextos cercanos (por ejemplo, en la vida cotidiana de las personas), radican en la misma dinámica amenazante de la crisis civilizatoria. En un ciclo en el que todos buscan un lugar para sobrevivir, puede parecer muy arriesgado incluso detenerse solo a pensar en una alternativa.
El académico hizo referencia al pensamiento de Karl Polanyi, en el que la economía se concibe como un recurso que siempre ha existido dentro de las sociedades humanas y no como un fin. En este sentido, invitó a los asistentes a pensar en una sociedad que en realidad ponga a las personas y los vínculos en el centro y no a la generación de riqueza material.
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